“El día en el que los más improbables entre los exploradores encuentran prodigios de la naturaleza tales como una galleta caliente en el Polo Norte; un piano perfectamente conservado en una gruta de Perú; una palmera enana de Shanghai en medio del espacio; o una vela que quema debajo del mar, el mundo enloquece en busca de la razón de su existencia.” Así comienza la descripción de la editorial. ¿Qué pasará después? Ante la incredulidad general, que no da por buenas las explicaciones de algunos expertos, nuestra heroína, Recoleta, una chica muy inquieta, leerá, leerá y leerá, y utilizará toda su capacidad deductiva para dar con la solución.
Y ahora, ¿por dónde empezar a alabar los méritos de este magnífico álbum ilustrado? ¿Por el texto de Antonio Lozano, que juega con el lenguaje como quiere y que nos demuestra de forma imaginativa y brillante el concepto de verosimilitud? ¿Por las ilustraciones de Alba Marina Rivera, que parecen no tener límites a la hora de acompañar, amplificar, dar el relevo al texto y reforzar su tono humorístico? ¿O quizás debería destacar el final, capaz de resolver de forma eficaz ese “jardín” en el que los autores se metieron –se supone- sin ningún tipo de coacción?
De lectura obligada en centros escolares de primaria y secundaria, en hogares de personas adolescentes y no tanto y, sobre todo, en sedes de instituciones políticas que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino en forma de sobres y cuentas en Suiza.
Ana M.
La vela que no se apagaba y otros misterios sin solución. Texto de Antonio Lozano. Ilustraciones de Alba Marina Rivera. A buen paso, 2013.