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RESEÑAS INTERRUMPIDAS

Foto Reseña Laura F

Willy el tímido

Anthony Browne

Traducción de Carmen Esteva

Fondo de Cultura Económica

Colección Los especiales a la orilla del viento, México 1991

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Camina dos pasos por detrás. Llegamos tarde. ¡Date prisa! Una farola se le acerca peligrosamente. ¡PUM! Un choque fingido. Me apresuro a preguntarle:

-¿No has visto la farola? -Se ríe dejando caer los brazos.

-¡Ay, perdón!… como Willy. -Vuelve a reírse. Yo también.

Este regreso a Willy el tímido confirma el calado de este álbum en Mateo, mi hijo de 4 años.

Será por la fuerza estética de sus ilustraciones, quizá el punto más fuerte de Anthony Browne, tan necesarias para una comprensión completa del texto: imágenes cargadas de contrastes de color, luz y formato, con detalles sutiles solo perceptibles en las sucesivas relecturas. Por ejemplo, su cambio de la corbata por la pajarita en su nuevo yo.

Será por lo fácil que resulta identificarse con un personaje principal tan humanizado, presentado ya en la portada del libro, que nos lleva a nuestras zonas más vulnerables, y todo ello sin palabras que lo describan físicamente, aportando toda la información a través de su ilustración tan precisa y expresiva. Willy, con su dilema, es el eje principal de este libro, con un elenco escaso de personajes muy polarizados, buenos y malos.

Será por un argumento explícito, más en lo ilustrado que en lo escrito, que presenta a un chimpancé tímido  y vulnerable en un mundo de gorilas, hasta que a sus manos llega algo que promete ser la solución para convertirse en quien desearía ser. Sólo su final lleva un mensaje implícito, aunque fácil de descifrar. No tan evidentes resultan las parodias que encontramos acerca de la masculinidad, el culto al cuerpo y la figura del héroe, así como guiños constantes a la tira cómica, tan del agrado de Browne.

O será quizá la conexión afectiva que se establece entre Mateo y Willy, experimentando como propios los estados de ánimo del chimpancé, situándolo en una incomodidad que le lleva a interrumpir la lectura e incluso rechazarla:

– Mamá, Willy me agobia. Sobre todo sus músculos.

9788417059347

Irene la valiente

William Steig

Traducción de Jorge de Cascante

Blackie Books, 2018

De nuevo otro rechazo. Esta vez es la escena en la que el viento arranca de las manos la caja en la que Irene, la valiente, lleva el vestido a la duquesa. No es hasta varios días después que el propio Mateo decide llegar al final de la historia.

William Steig nos narra la historia de una niña que en un acto de coraje decide atravesar una tormenta de viento y nieve para llegar al palacio en el que la duquesa espera el vestido confeccionado por su madre. Ésta enferma tras terminarlo e Irene, otorgando valor al trabajo de su madre, entrará en una pugna con el viento que se resolverá en un final feliz, propio de los libros de Steig, pues como él mismo afirma, “las historias para niños deben tener un final optimista”. Recrea muy vívidamente tres ambientes: el calor del hogar en todas sus dimensiones; la crudeza del camino, lleno de adversidades; y la reconfortante opulencia del palacio. Y en estos ambientes se desarrollan las personalidades de las figuras principales: una madre cariñosa, una Irene tenaz en su empeño de enfrentarse a los elementos por unos valores morales que nos hacen querer parecernos a ella y una duquesa magnánima, capaz de recompensar el esfuerzo de madre e hija.

Los escenarios son descritos gráficamente con ilustraciones sencillas pero poderosas, con predominio de colores cálidos en casa y palacio, y fríos y oscuros en el duro camino. Sólo Irene porta vivos colores en consonancia con su demostrada vitalidad.

Para Mateo el momento en el que aparece de nuevo el vestido sobre un árbol fue el más reconfortante, rebajando la ansiedad de un camino que también para él ha sido difícil recorrer.

9788417059224

 

Tristán encoge

Florence Parry Heide

Ilustraciones de Edward Gorey

Traducción de Manuel Broncano

Blackie Books, Barcelona, 2017

Pero sin duda el mayor rechazo lo creó Tristán encoge. Plenamente identificado con su protagonista, fue incapaz de escucharlo más allá de la segunda página. Sólo una invitación a descubrir si finalmente Tristán volvería a su estatura original fue capaz de hacer que la lectura llegase a su final, escuchando desde una cierta distancia, más de dos semanas después de empezarlo por primera vez.

Tristán es un personaje que nos habla desde un punto de vista infantil. Aunque narrado en tercera persona, la abundancia de diálogo pone de manifiesto el mundo de los adultos a ojos de un niño que se siente cada vez más y más pequeño. Esto hace muy fácil que quien recibe la historia se identifique con la perspectiva de los “bajitos”. Una atmósfera angustiosa, en gran parte a causa de las ilustraciones de Edward Gorey, sobrias, monocromáticas y con un formato que se mantiene idéntico a lo largo de todo el libro. Llenas de detalles que recrean un ambiente pasado para una historia que, pese a contar con ya casi medio siglo, sigue siendo plenamente vigente hoy día.

Invita a la reflexión con un estilo narrativo muy basado en el diálogo, en el que los personajes se definen a sí mismos por lo que expresan, y con un narrador en tercera persona más bien neutral. Destaca la actitud de Tristán ante la indiferencia o desaprobación de los adultos, que asume con naturalidad y resiliencia sin por ello dejar de lado sus actividades o su natural curiosidad infantil por cosas sencillas, como las cajas de cereales, que paradójicamente, será lo que acabe revirtiendo su progresivo encogimiento y dotándolo después de la capacidad para hacerlo o deshacerlo a voluntad

– “Bueno, tampoco quiero crecer demasiado”, pensó-.

Termina con una escena que tanto se puede calificar de pesimista como todo lo contrario, al ser los adultos los receptores de la crítica y Tristán quien encarna la esperanza, incluso por medio del color.

Tres historias interrumpidas en el mismo mes. Probablemente en relación con un momento vital propicio para identificarse con sus protagonistas, todas ellas poderosas en sus mensajes y recreaciones de una realidad incómoda.

Willy el tímido fue el libro que más cartas de lectores le proporcionó a Anthony Browne, sin estar siquiera entre sus favoritos.

Irene, la valiente fue reconocido como Libro mejor ilustrado del año por The New York Times.

Tristán encoge, aparecido en 1971 y traducido al castellano en 1982 por la editorial Alfaguara, está considerado como uno de los más memorables relatos escritos por Florence Parry Heide.

Mateo está considerado el mejor lector infantil de su casa. Lo ha demostrado comprendiendo perfectamente el alcance de las historias presentadas, con gran riqueza de matices, y respondiendo ante ello de forma acorde a su personalidad y circunstancias.

Laura F. (Especialmente agradecida a Lara Meana por sus sugerencias en la elaboración de esta reseña)

 

 

 

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BÁRBARO

cubierta de bárbaro

Bárbaro

Renato Moriconi

Colección Los especiales de A la orilla del viento

México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2015

 

Reflexiones iniciales

-¿Leer es decodificar un texto? .

 Una habilidad esencial para aprender a leer es decodificar.  Decodificar requiere conocer las relaciones entre las letras y los sonidos para poder pronunciar las palabras escritas; pero eso, solo eso, no es leer.

-¿Se puede leer un cuento que no tenga texto, que solo contenga ilustraciones, buenas ilustraciones?

Se puede y se debe.

-¿En qué etapa educativa?

En todas

 

Reflexiones bárbaras

Bárbaro es un pequeño guerrero montado en su caballo con espada y escudo. Nuestro pequeño guerrero cabalga con su melena al viento protegido por un casco. Nada le detiene, ninguna de las situaciones extraordinarias a las que se va enfrentando: flechas, diablos, serpientes, plantas carnívoras, dragones… nada interrumpe su marcha. El final es inesperado, sorprendente, real y remata el fantástico viaje de nuestro pequeño. Como dicen cuando contamos el cuento: “se le acabó la aventura”.

Quiero contar la magia que ha supuesto “leer” Bárbaro por primera vez en un grupo de niñas y niños de 3 a 7 años. Escribo leer entre comillas por lo que comenté en las reflexiones iniciales.

Siempre digo que todo está en los cuentos y que las historias se unen entre sí. En esta ocasión ha vuelto a suceder.

Digo que hubo magia al leer por primera vez Bárbaro, porque en ese momento todo era nuevo y no podían anticipar qué contenía la nueva doble página, lo que hacía que la atención fuese máxima.  Hubo magia porque les hizo recordar una experiencia lectora anterior y también por lo que encontraron después de leerlo y me  enseñaron como “un hallazgo”. Pero eso lo contaré mas tarde.

Lo hemos leído muchas veces. Lo han llevado a casa y las niñas y niños vuelven al cuento una y otra vez. Bárbaro es su amigo.

La primera vez que lo leímos yo iba enseñando las dobles páginas mientras ellas y ellos contaban lo que veían. La primera discusión surgió entre quienes decían que luchaba con cada uno de los personajes con los que se encontraba y un niño que se enfadaba y rectificaba diciendo:

-¡No lucha! Solo salta y no le pasa nada.

Al llegar a la página en la que se enfrenta a los cíclopes, surgió el primer momento mágico. El curso pasado leímos la leyenda de Polifemo, dentro del trabajo del tema general “Los ojos”, inspirado ¡cómo no! por otro álbum que encontré en “nuestro mágico Bosque de lecturas”. Como Ulises, llegamos a una playa: la playa de Perlora. Allí pintamos una madera con forma de ojo y dramatizamos la leyenda.

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Bajamos el ojo a la playa y dibujamos en la arena la cara de Polifemo.

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Con su pelo de ocle, allí la dejamos hasta que el mar la borrase.

No estaba preparado, ni pensado, ni intencionadamente recordamos esta actividad, pero  al “leer” Bárbaro llegamos a la página en la que se enfrenta con los cíclopes y con toda normalidad dijeron que esos eran “los otros cíclopes” porque “a uno lo dejaron ciego”. Aunque no recordaban el nombre, si recordaban la leyenda, y “leyeron” que Polifemo no podría pelear con nuestro guerrero porque no podía verlo.

Los comentarios de cada una de las situaciones, la necesidad de fijarse en todo los detalles, el observar que nuestro guerrero está siempre con los ojos cerrados cabalgando en su caballo hasta que llega a “la nada” como alguien dijo cuando encontramos tres páginas en blanco; notar cómo cambia  la expresión del protagonista, anticipar por qué cambia, sorprenderse con el final… todo eso es leer. A veces tenemos que volver a “leer” lo ya “leído” y lo hacemos de forma diferente o completamos la interpretación anterior. Esta vez no dicen que es un cuento que hay que inventarse porque no tiene texto. Esta vez me explican: “es como una película”. Y es que Bárbaro podría ser un zootropo o, como dice su autor en la entrevista que podéis leer en el enlace inferior, “como un tiempo de dibujos animados” en el que su formato estrecho y alargado permite ver el caballo arriba y luego abajo, acentuando así el movimiento. En la entrevista también se puede leer la biografía del autor.

https://www.fundacionlafuente.cl/entrevista-a-renato-moriconi-ilustrador/

Después de leer el cuento llegó la hora de los “juegos” y el siguiente momento mágico no se hizo esperar. Un niño me trae un caballo de juguete y me dice:

–Mira, Mirta: como el caballo de Bárbaro.

caballo

Como siempre o casi siempre, la magia la traen los cuentos. Puede que un zootropo o algo parecido también se materialice en nuestra escuela gracias a la magia de Bárbaro y a su caballo que -nadie sabe cómo- del cuento se escapó.

Mirta

En este enlace está contado el cuento con las ilustraciones en movimiento.

https://www.youtube.com/watch?v=U9boJh_ra6k

Y en este otro enlace cuentan el cuento en portugués.

https://www.youtube.com/watch?v=wlHC8XioPAw

 

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ESTO NO ES UNA RESEÑA SOBRE ZOOM

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ZOOM

ISTVAN BANYAI

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, 2012

Nº de páginas: 62.

No, no pretendo hacer una reseña; primero, porque creo que no sabría, y segundo, porque el libro ya está reseñado por dos compañeras de nuestro anterior Grupo de Trabajo:

http://selecciondelecturas.blogspot.com.es/2009/02/zoom.html?spref=bl

Lo que sí quiero es contar un par de anécdotas y hacer una reflexión sobre la “utilidad” de los libros y sobre mi propio concepto de “lo que hay que hacer” con ellos en el aula. Por fortuna, voy cambiando y aprendiendo (que una nunca es mayor para eso) y ahora, por fin he abierto definitivamente los ojos. Creo.

Me encantan los álbumes ilustrados y me encanta llevarlos a clase; proponer, a partir de ellos, actividades de escritura o incluso de plástica; hacer exposiciones de murales y carteles, organizar concursos… no sé, cosas grandes, que se vean.

Zoom es un libro que me ha gustado siempre mucho, pero con el que siempre tuve la sensación de que no era “aprovechable”. Al menos a mí no se me ocurrían ideas para “trabajarlo”. Por eso siempre lo usé de “comodín”, para esos minutos incómodos cuando terminas de explicar un tema y aún no ha tocado el timbre… para alguna guardia, para algún alumno de los de inmersión lingüística que no conoce nuestro idioma.

Este año lo llevé a mi clase de 1º de ESO. Me senté en la mesa y todos se pusieron a mi alrededor, unos en el suelo, otros en sillas, otros de pie. Fui pasando las páginas y sonriendo con sus comentarios, sus caras de expectación. Siempre cuando uno enseña este libro hay algún avispado que va anunciando “es una revista”, “es un anuncio publicitario en un autobús”, “es un sello de correos”; y siempre los demás le gritan “¡calla!” y continúan mirando y sorprendiéndose a pesar del aviso.

A llegar a final, los miré a todos. Sin dejarles decir nada, propuse: “Ahora vamos a verlo al revés” y empezando por una minúscula partícula en un Universo negro, llegamos hasta la rojísima cresta del gallo.

Timbre. Fin de la clase. Mientras recogía, escuchaba lo que hablaban: “Qué pasada”, “qué chulo”, “a mí me gustaba el indio viendo la tele en el desierto”, “pues yo voy a decirle a mi madre que lo busque, que quiero verlo más veces”.

Se me acercó una niña, María, y me dijo: “Profe, a mí me gustó mucho más la segunda vez” “¿Por qué?” “Porque cuando lo vimos desde la primera página hasta la última, al terminar, me sentí mal, pequeñita, sentí que no era nada en un mundo tan enorme; pero al volver a verlo de la otra forma, me dije: jo, pues yo también puedo ser grande, a lo mejor soy importante”

Me fui un poco emocionada, lo reconozco, y así entré con mis alumnos de 2º de Bachillerato.

Como llevaba Zoom en el bolso, y como siempre empiezo con ellos las clases leyéndoles un cuento, un poema, o recomendando alguna lectura, lo saqué e hice con “los mayores” exactamente lo mismo que con los “pequeñajos”. Las caras de asombro fueron las mismas, los comentarios muy parecidos, un chico me lo pidió para mirarlo en casa con más calma, varios copiaron la referencia del autor y la editorial.

Me llamó la atención otro alumno, el delegado, que después de tomar nota en un papel lo guardó cuidadosamente en un portafolios en el que había ya varias páginas y una portada maravillosamente artística. Le pedí: “¿Me lo enseñas?”. Me dijo: “Claro, Emma, es que voy guardando todas estas cosas de los primeros minutos de clase”. Y allí estaban todas las fotocopias de los cuentos, de los poemas, las referencias de los libros, alguna fotografía de alguno de ellos. Unas veinte páginas.

En la portada ponía: “Para disfrutar”.

(Emma Cabal)

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OLIVIA Y LAS PRINCESAS

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Olivia y las princesas

Ian Falconer

Fondo de Cultura Económica, 2012

Olivia es una cerdita que protagoniza una serie de álbumes escritos e ilustrados por Ian Falconer. Es imposible no enamorarse de Olivia desde que la conoces, tengas la edad que tengas. Aunque se supone que sus historias van dirigidas al público infantil, son los papás, los abuelos o quien sea que le toque leer el cuento quienes más lo disfrutan …o al menos lo disfrutan a partes iguales. Esto pasa muchas veces y es el ingrediente perfecto para la lectura compartida.

Olivia no es una cerdita como las demás: es una niña con cuerpo de cerdita. Olivia es contestona, intensa, apasionada, divertida. Olivia tiene opiniones variadas y las expresa sin problema; no se cansa, le encanta saltarse las normas, disfruta con el baile, con la música, con el arte; es estrafalaria, extravagante, es… absolutamente adorable.

En esta ocasión Olivia no quiere ser princesa porque ser princesa no es divertido. Ser una princesa rosa es lo más aburrido del mundo y desde luego no va con su carácter rebelde e inconformista. Con este argumento, asistimos a un alegato casi, casi feminista en que Olivia reivindica que las niñas pueden aspirar en la vida a ser muchas cosas, a cada cual más interesante. Olivia es valiente y no deja que ningún obstáculo se le ponga por delante.

El texto, escaso pero conciso, es divertido, lleno de ironía y sarcasmo, magistralmente acompañado de unas ilustraciones sin demasiado colorido, como es habitual en todos los libros de Olivia, pero cargadas de simbolismo y que dan mucha viveza y emoción a las situaciones.

Ana N.