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¿AÚN CREEMOS EN LAS HADAS?

El misterio de las hadas.

Arthur Conan Doyle

Jacobo Olañeta ed., 2017

EL MISTERIO DE COTTINGLEY

En 1917 Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes, escribió otro libro menos conocido pero que le llevó meses de investigación y se convirtió en una obsesión para él: El misterio de las hadas. Poco tiempo antes habían llegado a sus manos las fotografías de dos niñas rodeadas de pequeños seres alados. En una sociedad interesada por lo paranormal, aquel suceso montó bastante revuelo y muchos se acercaron, como Doyle, al pueblo de Cottingley para ver si las hadas existían.

¿ Qué pasaría si mañana llegaras al aula o te acercaras a tu hija y le preguntaras si las hadas existen? He de reconocer que a mí me costó hacer esta pregunta en clase. Hacerla en serio. Cuando el año pasado en junio mi alumnado votó el proyecto que serviría como hilo conductor en este curso y salió por mayoría las hadas sentí cierto desasosiego. Es habitual leer que hoy día la narrativa de siglos pasados no llega a la infancia, que si no aparecen móviles y chascarrillos en su jerga, pierden la atención y el interés. Además, ese inevitable sexismo que llevamos incrustado me hizo pensar que quizás a los niños varones del aula no les haría mucha gracia pasarse el curso dibujando, investigando o leyendo sobre pequeños seres rodeados de flores. Me imaginaba con mis tarjetas de Cicely Barker sola, en medio del aula, sacudiéndolas para llamar su atención.

Pero lo cierto es que somos los adultos los que ya no creemos en las hadas. Criticamos que la infancia ya no tiene interés, que solo quieren ver pantallas y premios rápidos y vacíos. Y como solución ofrecemos el Class Dojo en un inmaduro “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Pero, ¿hemos intentado otra cosa? ¿Hemos comprobado si de verdad son ellos los que exigen una fast Education o es que nos resulta más cómoda a nosotros?

¿Cuánto hace que no llevas un cuento de hadas al aula?

Al final me armé de valor y cuando el 14 de setiembre entraron en el aula se encontraron con varias fotos de una mujer en blanco y negro y un cartel que ponía “El misterio de Cottingley”. Esas eran las dos primeras pistas. En días posteriores se llevaron más palabras clave a casa para comenzar a tirar de un hilo, un hilo invisible y mágico. Pronto sabrían lo que ocurrió en aquel pueblo inglés, tras la primera guerra mundial, y espontáneamente surgió el debate: ¿las hadas existen?

Algunos estaban convencidos de que la versión oficial del fotomontaje es la verdadera, otros prefirieron creer que alguna de esas hadas era real. Pronto aparecieron hipótesis que fuimos anotando. Aún no habíamos abierto un libro, pero ya sabíamos quiénes eran Arthur Conan Doyle y Cicely Barker.

Luego solo tuvimos que empezar a leer. Los buenos proyectos están vivos, pero hay que saber escucharlos. Pudo haber sido cosa de un día, o una semana, pero de momento las hadas han llenado la clase y nadie quiere que salgan.

Comenzamos con la Enciclopedia Las Hadas de Sebastien Perez, editada por Edelvives. Al principio pensé que era una propuesta bastante comercial y que resultaría previsible, pero lo cierto es que está escrita con mimo y que es ideal como lectura o propuesta inicial, ya que está llena de referencias mitológicas y literarias, por lo que nos invita a ir tirando de ese hilo invisible y nos genera ganas de leer más y más y de crear en torno a lo que nos muestra. Todo el alumnado espera impaciente descubrir el secreto del niño que protagoniza la historia marco y con la lectura de cada página, que hacemos a última hora, justo antes de irnos para casa, surgen incontables inquietudes y ganas de hacer: mobiliariario para hadas, investigar sobre las parkas, debatir sobre los celos… el currículum nos corta las alas, pero tan solo necesitaríamos la lectura de este libro para llenar las 5 horas diarias con actividades que ellos mismos proponen.

Pero aunque el currículum nos quiera meter en vereda -y es cierto que no podemos olvidar los objetivos y los saberes que tenemos que lograr- siempre encontramos la manera, todas las semanas, de dejar que la magia de las hadas nos enseñe lo que es la simetría o los centímetros, en matemáticas, o nos ayude a aprender a decodificar, en lengua, a hacer un autorretrato, en plástica, o una investigación con Google Lens sobre las flores de la zona, en conocimiento del medio.

Junto a este libro vamos intercalando otros: Historia Natural de las Hadas (Emily Hawkins), Imelda y el Rey de los Duendes (Briony May Smith), La Bella Durmiente, Rincones Secretos de las Hadas Flores (Cicely Barker), La pequeña brujita Hazel (Phoebe Wahl), etc. También tenemos siempre cerca la caja de postales “Flower Fairies. One hundred Postcards”, que nos sirve tanto de abecedario para jugar como de revulsivo para la investigación botánica.

El viernes pasado, nada más entrar en el aula, una niña a la que le costó adquirir la lectoescritura preguntó con urgencia: “¿Cuándo vamos a seguir con el cuento?”. Luego supe que se había pasado la tarde anterior dando vueltas al story board del cuento que tienen que hacer como tarea de lengua este mes. Lo que empezó como un proyecto tímido en el que yo, que ya no creía en las hadas, no tenía muchas esperanzas, se ha convertido en un universo que se va comiendo las paredes y rincones del aula con plantas, tarjetas, hadas casi transparentes, dibujos, cuentos y bellotas que esperan convertirse en utensilios para esos pequeños seres.

No se si será algún polvo mágico o si simplemente han sido ellos, mi alumnado, los que me han demostrado que, en las aulas, las hadas todavía existen.

Noemi